Historia

Andalucía, foco de civilización
Andalucía ha sido foco de civilización y escenario de una historia milenaria de convivencia entre culturas, sin la cual es difícil entender la propia evolución de España y Europa. Poblada desde la Edad de Piedra, aquí nacen y se desarrollan algunas de las culturas más avanzadas del continente europeo durante la Edad de Bronce.

La revolución del Neolítico y el descubrimiento de la agricultura llegan desde África pasando por Andalucía, un territorio que en adelante será también encrucijada de primer orden en el flujo civilizador que va del Mediterráneo oriental hacia el occidente europeo: griegos, fenicios, cartagineses y romanos dan cuenta de Andalucía como lugar privilegiado por la naturaleza, una imagen que aparece ya en los primeros textos de la Antigüedad Clásica y que será mantenida en el tiempo.
Tesoro de Torredonjimeno

Al abrigo de la abundancia de sus recursos naturales, durante el primer milenio a.C. se desarrolló en una amplia zona del Bajo Guadalquivir la cultura tartésica, que, favorecida por la fertilidad de la tierra y la gran riqueza minera, dominó pronto las técnicas metalúrgicas y alcanzó un alto grado de organización social y de refinamiento cultural, como pone de manifiesto el tesoro del Carambolo, encontrado cerca de Sevilla. El reino de Tartessos comerció con las Islas Británicas y estableció contactos comerciales con otros pueblos del Mediterráneo, como los griegos y, sobre todo, los fenicios, que fundaron, entre otras, las colonias de Gadir (la actual Cádiz), Malaka (Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra).


Una rápida romanización
La llegada de los cartagineses –cuyas aspiraciones eran más de conquista que de comercio– marcó el fin de Tartessos. Posteriormente, durante las Guerras Púnicas (siglo III a.C.), los romanos acabaron imponiendo su dominio en el Mediterráneo y convirtieron la mayor parte de la actual Andalucía en una provincia del Imperio, llamada Bética en referencia al gran río que la vertebra (el Betis o Guadalquivir de los árabes).

Roma borró muchos rasgos de la cultura íbera, heredera indígena de Tartessos, y extendió su modelo a todos los ámbitos de la vida, desde la política al arte. Andalucía lo asumió con relativa facilidad y absorbió rápidamente sus mejores aportaciones: la Bética se destaca pronto como uno de los territorios más prósperos e influyentes del Imperio, al que aportará gran abundancia de metales, vino, aceite y trigo.

Anfiteatro de Itálica

Cuna de emperadores (Trajano, Adriano) y de afamados pensadores como Séneca, entre sus ciudades sobresalieron Corduba (Córdoba), Hispalis (Sevilla), Astigi (Écija) e Itálica. Las ruinas de esta última, muy bien conservadas, pueden admirarse hoy en la localidad de Santiponce, a pocos kilómetros de Sevilla.

Con la decadencia del Bajo Imperio, a partir del siglo V, comienzan a llegar a Andalucía oleadas de pueblos del norte de Europa, entre ellos los vándalos y los visigodos. Según algunas tesis, a ellos se debería el origen del nombre de la región: “Vandalucía” o “Landa–Hlauts” (lotes de tierra en alemán antiguo), términos que derivarían hacia la denominación árabe de Al-Andalus.

Los visigodos crean el primer reino hispánico, heredado en parte de la cultura romana, y adoptan la religión cristiana. Uno de sus obispos, San Isidoro de Sevilla, dejó la obra escrita más importante de su época: las Etimologías. El trabajo de este clérigo salvó del olvido muchas ideas y textos de la Antigüedad Clásica.




No hay comentarios:

Publicar un comentario